Lo que se intenta con este libro es algo paradójico. Aquí se presentará de manera muy seria la teoría gris de una práctica que no solamente pretende ser subversiva, sino también placentera y divertida. Las autoras están hasta las narices de la práctica exclusiva de escribir octavillas insípidas y del dogmatismo (extendido también entre los autónomos) de la izquierda que a lo sumo nos permite reírnos del cabaret político. En lo demás hay que demostrar siempre que llevamos a cuestas todo el dolor y toda la injusticia del mundo. Queremos huir de la práctica política que mide su propia importancia por el grado de abstracción o por el gesto de seriedad de sus resoluciones.
Puede que esta imagen sea injusta o exagerada. Pero ya nos conocemos: la mala conciencia que nos invade cuando en vez de currarnos por fin aquel texto teórico sobre la tergiversación, nos pasamos dos noches bailando; la moral del trabajo que nos obliga a permanecer pálidas ante el monitor (por mucho que nos guste escribir), en vez de tomar el sol -a pesar del agujero e la capa de ozono- en la piscina; la escrupulosidad con la cual revisamos unas expresiones para comprobar si se atienen a la línea políticamente correcta. Todo eso no es muy familiar.
Un exceso de análisis y estructuración, de conceptualización y delimitación de diferentes principios, métodos y técnicas puede restarle encanto hasta a la más bonita de las acciones. Precisamente por esta razón, contamos también muchas historias de acontecimientos sin despiezarlas para no convertirlas en teoría seca e indigesta. Sin embargo sería igualmente fatal ver en las concepciones teóricas que aquí se proponen un manual de reglas a seguir, y encerrar así la propia práctica en un corsé que ya no deje lugar a deseos, placeres y diversiones incontroladas. Y aunque no haya unanimidad acerca de las valoraciones o los ejemplos propuestos, este libro se propone a la lectora como una caja de herarmientas que ofrece palabras, metáforas e imágenes y que anima a reflexionar sobre posibilidades similares en la propia práctica. Hacer eso en sí mismo ya contribuye a desarrollar la práctica propia. Y ésta es también la mejor contribución que se puede hacer a una futura teoría de la subversión.